martes, 4 de abril de 2017

Activo o sedentario…, tú eliges



La actividad física es esencial para el mantenimiento y mejora de la salud y la prevención de las enfermedades, para todas las personas y a cualquier edad. La actividad física contribuye a la prolongación de la vida y a mejorar su calidad, a través de beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales, que han sido avalados por investigaciones científicas. La AF proporciona beneficios físicos, psicológicos y sociales para quienes la practican regularmente. El texto de este post nos actualiza sobre las evidencias existentes y el impacto del sedentarismo sobre nuestra salud, nos da orientaciones sobre cómo actuar de manera global frente a la epidemia del sedentarismo y formula las principales estrategias de promoción de la práctica de actividad física.



Evidencias e impacto del sedentarismo

A pesar de las múltiples evidencias sobre la importancia de la práctica de actividad física para la salud y la calidad de vida, si analizamos la incidencia del sedentarismo en España aún encontramos datos preocupantes como que más del 40% de la población no realiza jamás deporte o algún tipo de ejercicio. Además si tenemos en cuenta que los encuestados tienden a sobreestimar el nivel de actividad que realizan, posiblemente las cifras reales sobre sedentarismo sean aún mayores.

En el caso opuesto, sólo hay un 15% de los españoles que hace ejercicio con total regularidad. Dato que podemos relacionarlo directamente con estudios que concluyen que España es el quinto país de Europa en número de abonados a gimnasios, en concreto con unos 4,9 millones, lo que supone en términos de penetración en el mercado un 10,5% de la población.

 
Otros datos que nos ayudan a conocer parte del contexto del problema del sedentarismo son que la práctica de actividad física es significativamente menor en mujeres, que el nivel de actividad desciende con la edad y que la participación se incrementa con el nivel educativo de la población.


Sin embargo lo más importante de esta circunstancia y que nos debe dar la pauta de actuación, es que estos factores tienen un punto en común, que son conductas modificables. Es decir, que la prevención y la promoción de hábitos saludables deberían sustentar e impulsar un cambio significativo en nuestra sociedad, especialmente en el ámbito sanitario, donde el 90% del gasto es de carácter asistencial y sólo del 10% en prevención.

Si bien existe una conciencia global sobre el impacto que supone la incidencia de ciertos hábitos como fumar, y que ha dado lugar incluso a la creación de políticas orientadas a la modificación de hábitos por medio de normativas (regulación sobre tabaquismo o de venta de bebidas alcohólicas a menores de 18 años), no lo es tanto sobre la repercusión para la salud y en el conjunto de la sociedad del sedentarismo.

La propia OMS resalta que las enfermedades no transmisibles asociadas a la inactividad física representan el mayor problema de salud pública en la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, las campañas de concienciación sobre este tema dirigidas a la población son prácticamente inexistentes.

En general las personas inactivas muestran una prevalencia notablemente mayor de las enfermedades crónicas más comunes (hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, depresión y ansiedad), por ejemplo tienen más del doble de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, o que las personas activas tienen un riesgo 30% menor de padecer diabetes tipo 2 o de un 40% menos de padecer cáncer de colon.

Más allá de los perjuicios para la salud, la inactividad física influye en el conjunto de la sociedad ya que las personas sedentarias requieren mayor asistencia sanitaria, medicación e incluso asistencia social, sin olvidar el impacto negativo en el ámbito laboral.


Si nos referimos a datos de nuestro país, se asocia al 7,4% de la mortalidad, aproximadamente 54.000 personas en 2012, en el ámbito sanitario provoca gastos de 990 millones de euros de forma directa y cerca de cuatro billones de forma indirecta, y su relación con diversos problemas de salud mental provoca problemas de absentismo laboral cercanos a los 68.000 años de inhabilidad.

¿Cómo actuar de manera global frente a esta epidemia?

Es cierto que en nuestros días vivimos más pero no mejor, por lo que junto a indicadores como el de esperanza de vida deberíamos manejar el concepto de “años de vida saludable” que se refiere a los años vividos con buena salud (sin ninguna discapacidad). Por ejemplo en España a pesar de ser líder en esperanza de vida, el número de años con “limitación” es bastante alto. 


Esta cuestión es de vital importancia en nuestro país porque nos enfrentamos a una realidad de envejecimiento poblacional, que evidentemente lleva aparejada una cierta disminución de la capacidad funcional, y una mayor frecuencia de procesos crónicos, todo ello en un contexto de recursos asistenciales públicos limitados.

También en este caso la reducción del sedentarismo facilitaría una mayor esperanza de vida saludable, por lo que parece claro entonces la necesidad de crear estrategias que contemplen esta realidad y diseñar intervenciones que fomenten las conductas activas en la población.

La propia OMS nos da la clave de cómo lograr que dichas estrategias sean eficaces, y es con la necesaria involucración del conjunto de la sociedad y el liderazgo necesario para conseguirlo, a través de la acción conjunta de administraciones y del sector privado.
 
Porque no todo puede centrarse en el voluntarismo y en el “marketing” del mensaje o de las recomendaciones generales. Hay que valorar el porcentaje de las acciones de promoción enfocadas a motivar y concienciar a las personas, frente a las acciones o políticas que favorezcan o faciliten la práctica deportiva.

¿Pero qué es ser activo? Existen indicadores objetivos como los niveles mínimos de actividad señalados en las recomendaciones de la OMS: 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa para niños y jóvenes de 5 a 17 años, y para los adultos 150 minutos semanales de intensidad moderada a la semana o bien 75 minutos de actividad vigorosa cada semana.
 
En este aspecto recordar que la actividad física incluye al concepto de ejercicio, pero también otras actividades que suponen movimiento, ya sean en el ámbito laboral, en los desplazamientos, en las tareas domésticas o en las actividades recreativas. Es decir, ser activo no significa solo ir al gimnasio, es un estilo de vida.

Un concepto que se ha acuñado en torno a esta cuestión es el de Enhancing physical activity (HEPA) o actividad física beneficiosa para la salud, que se define como “cualquier forma de actividad física que beneficia la salud y la capacidad funcional sin producir daño o riesgo”. 

Estrategias de promoción de la práctica de actividad física

En todo caso, parece que tenemos en nuestras manos la “medicina mágica”, que cura y previene casi todo, pero que casi nadie compra. Entonces, ¿qué falla?, pues básicamente la motivación y la imaginación para ser capaz de motivar. 

Sobre la motivación parece obvio que hay que conseguir concienciar a los ciudadanos de la importancia de estas actuaciones, de la necesidad del cambio y de los resultados positivos de las mismas. Sin olvidar que si bien hay que ayudarles a tomar la decisión de cambio de su estilo de vida, la decisión final de hacerlo o no, es personal.

La concienciación debe partir de estrategias de promoción necesariamente planificadas y no en acciones inconexas. El objetivo es ser capaz de motivar a la sociedad en su conjunto y no diseñar acciones que sólo funcionen sobre personas que ya están motivadas o condicionadas.

Además debemos tener en cuenta que nos enfrentamos a dos retos fundamentales para alcanzar el éxito: que es esencial la propia participación del ciudadano y que los resultados/beneficios no son inmediatos, lo cual supone un hándicap para motivar a las personas y para minimizar el riesgo de abandono de la práctica. Y es por estos mismos motivos por los que es vital la imaginación para ser capaz de motivar. No debemos quedarnos en un sinfín de argumentos sobre los beneficios de la práctica de actividad física, en el “miedo” a las consecuencias para la salud de ser sedentario, o su influencia sobre la estética personal, porque se ha demostrado que todo esto no es suficiente para motivar…, hay que pasar a la acción.
Por un lado hay que mejorar nuestras estrategias de motivación. Motivar depende de la capacidad de influir en las personas. La influencia tiene un alto componente de credibilidad por lo que no se debe improvisar, requiere una planificación en la que hay que preparar la comunicación, interiorizar el mensaje y saber trasladarlo de forma coherente. Debemos ir más allá de lo que decimos, hay que ser capaz de trascender para impactar, y en esto resulta clave la empatía. En este sentido el contexto y la predisposición anímica de la otra parte es un factor clave de éxito.

Por otro lado hay que generar ideas innovadoras a partir de estrategias de éxito, como por ejemplo:

  • Facilitar el acceso a experiencias “inolvidables”. No se cambia de hábito hasta que se tiene una experiencia positiva asociada a dicha conducta. Esta cuestión es básica en las actuaciones orientadas a la población infantil, ya que no sólo deben motivar a corto plazo sino que también deben condicionar actitudes futuras en su etapa adulta.
  • Focalizar la atención en síntomas, como el cansancio, para que la persona sea consciente de que “no es capaz de…,” Por ejemplo piensa en la reacción de un padre cuando se da cuenta que no es capaz de jugar con su hijo. 
  • Incidir en la parte emocional de la persona tratando de vincular las acciones con la gente que le rodea. Por ejemplo a través de actividades deportivas en familia. No sólo consiste en llevar a cabo actividades de forma conjunta sino también en facilitar la práctica deportiva dentro de un concepto de conciliación familiar en la que todos comparten espacio y tiempo pero donde cada miembro lleva a cabo su actividad en función de sus preferencias o necesidades.
  • Buscar la colaboración de “embajadores” que favorezcan la concienciación en un entorno o segmento poblacional concreto. En esta cuestión todos pensaríamos en un primer momento en recurrir a alguien famoso, pero ¿y si nos fijamos por ejemplo en la figura de los abuelos por su capacidad de influencia sobre sus hijos y nietos?.
  • Dentro del ámbito laboral motivar a la gente sin caer en la imposición, facilitar las condiciones de acceso a la práctica y tratar de introducir pequeñas acciones que consigan romper el ambiente/contexto sedentario. En este sentido una de las claves es reducir el tiempo que se permanece sentado de forma continuada, así que iniciativas simples como alterar la ubicación de elementos como papeleras, impresoras, etc, incentivar el uso de escaleras en lugar del ascensor o programar descansos activos pueden ser una buena estrategia.

Rafael Méndez García. Experto en Actividad Física y Deporte

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